Ojo con los caprichos

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Alguno de los fracasos empresariales surgen cuando el máximo responsable de una organización se ilusiona con un proyecto por la simple razón de porque le gusta. Si el capricho es el responsable de una decisión el fracaso está garantizado.

Uno de los ejemplos más sonados es el de un antiguo presidente de una importante compañía coreana fabricante de productos de electrónica de consumo. Tal presidente, que era hijo del fundador de la compañía, era conocido por su afición al automovilismo. Hasta tal punto que a mitad de la década de los 90 se le ocurrió la brillante idea de involucrar a su compañía en el sector de fabricación de automóviles. Solo consiguieron vender 50.000 unidades al año, cuando un fabricante para poder ser eficiente necesita vender un mínimo de 200.000 unidades. Dos años después, tras unas pérdidas de dos mil millones de dólares, la fábrica tuvo que ser vendida a un competidor por menos de la décima parte de lo que se había invertido en ella.

¿Cuál fue la razón para una empresa de electrónica de entrar en el sector del automóvil? Pues simplemente el capricho del jefe. Ojo con los “pet projects” de los jefes. Los proyectos capricho. Las decisiones empresariales han de estar basadas en sólidos análisis e intuición experimentada. No vale todo por mucho que lo proponga el jefe.

Esto nos lleva a otro punto. ¿Cómo es que nadie en la compañía cuestionó los planes del jefe? Esto suele pasar en las compañías presidencialistas en las que el jefe ejerce una incuestionable autoridad. Gran peligro. Jefe, somete tus planes al escrutinio de tu equipo, y si el equipo no lo acaba de ver claro, humildad. Así los errores que se evitarán sobrepasarán a las oportunidades perdidas. Hasta el jueves que viene.

3 COMENTARIOS

  1. De acuerdo completamente con el post.

    Simplemente añadir que cuando al frente hay un individuo de este tipo, un capricho suele estar bien amarrado con un consultor de postín al que se le ha empezado diciendo la conclusión, y convenientemente palmeado por la guardia personal correspondiente, que copa los puestos clave. Estos definen «la estrategia», mentes preclaras aterrizados cual brigada paracaidista que muestran a todos lo equivocados que estaban con la gestión de una compañía aunque fuera sumamente rentable.

    En España rebatirlos incluso desde una posición directiva, con un mercado de trabajo que no acepta rotación a partir de cierta edad, es misión compleja por mera cuestión de supervivencia familiar, y suele implicar acusaciones de ir contra el proyecto común que fija este equipo de palmeros, de estar desactualizado, de tener envidia, etc; no digo que no pase en otras partes, pero el mercado de trabajo es distinto y permite más libertad de opinión y no tener que estar haciendo equilibrios entre la honestidad y el bienestar de los tuyos.

    Como decía Ortega del otro tema, es un problema que no se puede solucionar, hay que conllevarlo, gestionando lo más eficientemente posible lo que toca. Hasta que el visionario es reemplazado, y llega el sustituto con la nueva guardia de corps (puede haber suerte en cada cambio).

    Recursos dedicados a proyectos fallidos de salida, que podrían haberse dedicado a otros más razonables.

    Disculpe que no me identifique, como ve hay que elegir entre el anonimato y la censura, hoy elijo anonimato.

    • Gracias anónimo por tu intervención. Efectivamente, a veces, cuando uno quiere justificar un proyecto contrata una consultora de renombre para que avale lo que uno quiere hacer. La empresa consultora para satisfacer a su cliente con facilidad afirma lo que el cliente quiere que afirme. Y así todos contentos.
      Pero esto es muy peligroso. Tanto Enron como Arthur Andersen desaparecieron en el año 2001 por este tipo de prácticas.
      Hablas de elegir entre el anonimato y la censura. Supongo que te refieres a que la empresa para la que trabajas pueda censurarte si te identificas. Pues yo nunca censuro los comentarios salvo que sean de insultos a alguien, cosa que sucede rara vez.
      Muchas gracias por participar.
      Miguel Angel

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