Amabilidad, Profesionalidad y Servicio

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El otro día fui a la misma relojería donde cada cuatro o cinco años me cambian la pila del reloj. Me atendió un señor que no había visto en anteriores veces. Le expliqué que el reloj se me había parado y que no creía que esta vez fuera la pila, porque la había cambiado hacía un año. Apenas lo vio me dijo que el reloj estaba estropeado. Lo cuál era una obviedad, pues por eso se lo llevaba. Le tuve que pedir si me lo podía arreglar, lo cuál debía ser innecesario, pues era evidente que para eso me acercaba a la relojería.

Lo abrió y lo manipuló durante un minuto. Minuto en el que le pregunté si la pila funcionaba y qué le pasaba al reloj. Me dijo que la pila funcionaba y que estaba mal puesta. Le dije que me la habían puesto en esa tienda a lo que él respondió con un rotundo “no”. Era cierto que me la habían puesto en esa tienda, pues es la única relojería que he pisado en los últimos 25 años.

Ante semejante personalidad preferí no aclarárselo para no empezar una innecesaria discusión. Le pregunté cuanto costaba la reparación, me dijo que 5 euros, se los pagué y me fui tras despedirme.

Mientras salía pensé, qué fácil le habría sido ser amable. Que poco hubiera hecho falta para que yo saliera contento de la tienda en vez de molesto, y sobre todo qué fácil le hubiera sido a esta persona ser un buen profesional. No dudo de su competencia como reparador de relojes, pero su trato con los clientes dejaba mucho que desear. Me dije, Miguel Angel, tú tienes que ser un buen profesional. No puedes ser como este relojero. Tienes que conocer bien los entresijos de tu actividad como profesor, y tienes que tratar a la gente con amabilidad y con actitud servicial. Algo que me recomiendo no solo a mí, sino a todos los lectores del blog. Seremos muy buenos profesionales y muy buenas personas. Hasta el jueves que viene.

14 COMENTARIOS

      • Me alegra leer que se esta abierto a dar segundas oportunidades. En esto coincido, incluso terceras y cuartas.

        Pero discrepo en que, siendo efectivamente problema del dependiente, el problema fundamentalmente es de la relojeria que es a quien mas rapido afecta la fuga de clientes.

        Quizás el 80% de la persona es la actitud, y eso lo cambia todo.

        Tambien animo a decir, y oir, aquello que no nos gusta como herramienta para relexionar y mejorar. Aunque no sea fácil.

        Tambien animo a las empresas y personas a valorarlo.

  1. Completamente de acuerdo con la apuesta por la amabilidad. El que no es amable se ha de esforzar por serlo. Por los demás y por él mismo.
    Gracias por tu publicación.

  2. ¡Hola!
    No confundir amabilidad con ser buena persona, por favor. No tiene nada que ver. Ni confundir con buen profesional. Hay gente que le cuesta esbozar una sonrisa o dar los buenos días (hay mil causas para ello), pero pueden ser un perfecto profesional. ¡No juzguemos alegremente!
    He tratado con gente amable que me la ha metido doblada (perdón por la expresión) y he trabajado con gente tosca pero con gran profesionalidad. Tengo muy claro con quién quiero volver a trabajar y ¿vosotros?

    Saludos.
    DaviD.

    • Efectivamente David, no se puede confundir la amabilidad, con la profesionalidad y con ser buena persona. Son cosas diferentes. Lo que sí que puedo decir que un relojero que sabe arreglar bien los relojes, que está atendiendo al público y que es antipático con las personas que atiende tiene mucho que mejorar todavía como profesional.
      Mi mensaje es solo un animar a la gente a hacer de la profesión un servicio a los demás.
      Gracias por participar y saludos,
      Miguel Angel

  3. Saludos prof Miguel-A y tod@s participantes. Cuando he leído su texto me he sentido identificado, pues quienes vivimos parte de nuestra existencia en un mostrador, tenemos vivencias desde ambos lados y de todos los colores. Todas las personas somos bastante parecidas (más de lo que creemos), y curiosamente también tenemos problemas bastante comunes (más de lo que creemos). Digo esto por bastantes similares con el caso del profesor. Desde hace muchos años utilizo un reloj, que compré a través de un amigo en un piso de «decomisados» en Madrid (donde sus habitaciones las habían transformado en pequeños bazares), y que siendo de marca conocida y con garantía sellada, pude comprar por muy poco dinero. Hace 25 años que está funcionado de maravilla y sólo recuerdo que se parara una vez estando en el Machu-Picchu, pero que al descender volvió a funcionar como siempre (seguramente debido a la altura). Aunque sea muy sencillo con esfera+día+número y algo anticuado, lo valoro por el buen servicio que siempre me está dando. Su único inconveniente es que el igual que el profesor, cada 3 años debo cambiarle la pila (pues de no hacerlo así llegaría tarde a todas partes). En una reciente ocasión, tuve que acudir a un nuevo establecimiento para mí, donde quise efectuar la habitual sustitución (al fin y al cabo es una tarea rápida y con un coste muy pequeño). Habían bastantes clientes y llegado mi turno, la persona que me atendió deduje que por su edad y soltura sería la dueña del negocio. Me rogó que habiendo tanta cola en el taller, si podía regresar en un ratito y ya lo tendrían listo. Le respondí que me iría perfecto terminar otra gestión y volver después. Al regresar de nuevo, fué a buscar el reloj mientras me advertía que había cambiado los extensores porque estaban muy deteriorados. Al igual que el profesor, mi primer pensamiento fué el de no iniciar ninguna discusión, y el segundo que ahora sí me darían un buen sablazo y que pagaría 5 veces la pila !!! Pero resultó todo lo contrario. Al indicarme el importe que debía pagar, advertí que sólo cobraba la pila y tuve que recordarle añadiera los extensores que me había referido. A lo cual la señora respondió que dado que los había cambiado por su propia iniciativa y porque había querido, no me los iba a cobrar. Me quedé muy sorprendido y apreciado a la vez. Me causaron un gran impacto: 1) Su interés en servirme más que mi petición, 2) Su iniciativa ya concluída para no implicar nuevas esperas, y 3) Su cortesía de no querer cobrarlo. Le di las gracias y me marché muy satisfecho. Posteriormente averigüé que los extensores son los ejes que sujetan la cadena al reloj y que con el tiempo se van arqueando (cosa muy probable en mi caso porque en años no los había cambiado nunca). Desde entonces siempre he regresado a esta misma relojería, donde he comprado un despertador, un juego de escritura para regalar, …etc. Además esa anécdota la he contado multitud de veces entre amigos y conocidos (dando claro está sus señas concretas por si deseaban ir). Y ahora les preguntaría a ustedes amables lectores: ¿creen que la señora que me atendió hizo un buen negocio regalándome aquellos nuevos extensores? Personalmente creo que muy bueno, pues: 1) Ganó un nuevo cliente y perpetuo, 2) Ganó nuevas ventas de otras necesidades, 3) Ganó una buena publicidad en mi entorno, 4) Ganó que incluso la elogie en un blog de una Escuela de Negocios (aunque aquí no mencione las señas). y 5) Ganó todo mi respeto por su gran lección de Amabilidad, Profesionalidad y Servicio… que son las cualidades que el profesor Miguel-A nos señala. Un rotundo sí a la Profesionalidad del trabajo bien hecho, que siempre permanecerá en nuestro recuerdo !!! Como veo en mi fiel e inseparable reloj que se ha hecho tarde, me despido hasta otra ocasión. Xavier D.

    • Desde luego son los extensores mejor aprovechados.
      Como reflexión y moraleja, en general, cada uno recoge lo que siembra.

    • Xavier, como dice José Manuel no te quepa ninguna duda que hizo un buen negocio. Actuando de esta manera la gente acude a su tienda. Y lo demuestra un dato que has dado al principio. Cuando entraste en la relojería había cola. Por algo sería.
      Gracias por la anécdota que nos has contado, que indica muy bien lo que es hacer de la profesión un servicio.
      Cuando se sirve se gana dinero porque se sirve. Cuando se sirve para ganar dinero, se nos acaba viendo el plumero, y aunque se puede seguir ganando dinero, el cliente nota que las intenciones no son tan ejemplares. Pero bueno, esta también es una actitud válida, pero es incomparablemente mejor la del que concibe la profesión como un servicio.

    • Que gran honor para mi, Rodrigo, que un emprendedor de tu calibre me diga esto. Te recuerdo perfectamente siempre sonriendo en el aula, en la primera fila hace ya poco más de 10 años.
      Un fuerte abrazo
      Miguel Angel
      PD. Acuérdate de mi cuando me vaya retirando, que ye me va quedando poco.

  4. Exacto. He caído en la triste versión de la persona enojada y darlo a entender diciéndoselo en la cara o delante de otros. Quedé como » la loca». Así que lo mejor parece que sigue siendo callar. ¿?)

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