Decía en mi mensaje de hace unas semanas (el post «Hoy va de tontos«) que una de las actividades más importantes de un directivo, sino la principal, es la de contratar personas para su compañía. Son los empleados y los directivos los que van a llevar a buen puerto o a la mediocridad a la empresa, por lo que es de vital importancia seleccionarlos bien. Y decía que a la hora de contratar a alguien yo me fijaría en dos cosas. La primera si el candidato tiene las mínimas competencias técnicas necesarias para desempeñar su puesto. De esta condición ya hablé en el mensaje de entonces.
La segunda condición que yo exigiría, y esta solo la apunté en el mensaje, es que el candidato sea capaz de tener en cuenta las repercusiones de sus acciones en los demás. ¿Por qué? Una empresa es un proyecto a medio-largo plazo. La buena marcha de una empresa requiere de la acción coordinada de distintas personas. Las acciones de las personas en una compañía tiene mucho de discrecional. Para la buena marcha de la compañía es necesario el interés y esfuerzo de los empleados y directivos y esto no se puede garantizar desde la dirección. Hay que buscar empleados y directivos con capacidad de entusiasmarse con lo que hacen. Que vean que lo que hacen ellos afecta para bien o para mal a los demás. Que quieran resolver los asuntos que se plantean en la empresa.
Evidentemente, si la finalidad de la empresa en la que trabajan es maximizar los beneficios, no tiene ningún sentido buscar en los empleados esta segunda condición. En este caso lo que se debe hacer es buscar los empleados que hagan su trabajo al mínimo coste. La empresa no pasará de la mediocridad, no porque sus empleados no estén identificados con la empresa, que no lo estarán, sino por la incapacidad de sus directivos de dar sentido al trabajo de sus empleados.
