Varios lectores del blog me han sugerido que desarrollara más el tema del que hablé la semana pasada: el acoso laboral o mobbing. Ya dije entonces que era un problema más frecuente de lo que la gente cree, pero que suele pasar inadvertido. Efectivamente, en vuestros comentarios varios habéis hablado de personas cercanas que lo han sufrido o lo están sufriendo.
Continúo con el tema intentando lanzar un mensaje de ánimo a los que están padeciendo este acoso. Lo hago citando a Iñaki Piñuel, experto en el tema y a dos profesoras de la Universidad de Santiago, María Angeles López Cabarcos y Paula Vázquez. Estos autores afirman que las personas que sufren acoso suelen ser “buena gente”: simpáticas, alegres, abiertas, optimistas. Mientras que el perfil del acosador suele ser el de alguien con anomalías intelectuales, emocionales e incluso físicas, e intentan compensar esta inferioridad desarrollando un complejo de superioridad. De lo contrario no se aguatarían a sí mismos.
El acoso se hace más agudo cuando las cualidades de la víctima coinciden con las carencias del acosador. El contraste entre ambas personalidades se hace insoportable para el acosador, que se defiende humillando a su víctima e intentando anularla.
Poco a poco la víctima acaba dudando de sus capacidades, empieza a dudar se sí misma y entra en una espiral de inseguridad y desesperación. No se explica lo que está pasando. Muchas veces su entorno tampoco le comprende. Para salir de este círculo lo primero que hay que hacer es identificar el problema. Ser consciente que se está sufriendo acoso. Que no se trata de ninguna carencia sino que está siendo eso: víctima. Ser consciente que si se sufre acoso es porque se es un gran profesional con grandes capacidades y posiblemente también humilde, lo que hace crecerse al acosador.
Es muy importante el apoyo de los colegas de trabajo y amigos, que muchas veces no entienden el problema y piensan que la persona se está volviendo un poco rara. Y fundamental el apoyo de la familia. Ánimo y a salir del bache.
