No hay evidencias claras, pero hay algunos síntomas que muestran que en un año podríamos entrar en una nueva crisis económica. En los próximos meses estaremos en mejores condiciones de confirmarlo o desmentirlo.
Por un lado, hay una clara desaceleración a nivel mundial, que afortunadamente no está afectando, de momento, a España. Si bien es cierto que España entró en las pasadas recesiones bastante más tarde que el resto de los países. Por otro lado, tenemos una inflación a la baja. Lo cual es bueno si se mantiene en los niveles actuales. En mayo la tasa interanual fue de 0,8% y en junio ha sido del 0,4%. Podría haber deflación el año que viene.
Una deflación puntual y transitoria no ofrece problemas. Pero si la deflación fuera persistente sería desastroso para la economía. La gente retrasaría la compra de coches, lavadoras, etc para más adelante ante la espera de que los precios fueran más bajos. Las empresas tendrían que bajar el ritmo de producción, aumentaría el paro y un sinfín de desastres. La verdad es que en las economías occidentales no tenemos la experiencia de situaciones de persistente deflación, por lo que no está muy claro el alcance de sus consecuencias.
Otra consideración es que cuando la inflación sube, los bancos centrales la atajan subiendo los tipos de interés. Esto implica que un modo de combatir la deflación sería bajar los tipos de interés. Pero los tipos de interés están ya rondando en torno al 0%, pues para reactivar la economía durante la gran recesión del periodo 2007-2014, hubo que bajar los tipos muy significativamente. Es decir que no se cuenta ahora con este procedimiento para paliar la deflación. Además, desde la implantación del euro, ya no son los bancos centrales de los países quienes deciden el nivel de tipos de interés, sino el Banco Central Europeo.
Hay otro síntoma que suele ser preludio de que se avecinan dificultades. Ese es un poco más técnico y no fácil de acabar de entender. Es la inversión de la curva de tipos de interés. Normalmente los tipos de interés a corto plazo son menores que los de a largo plazo. Cuando esta brecha se acorta, y más todavía cuando se invierte, significa que los préstamos a corto plazo son más caros que los de a largo plazo. Lo que significa que hay muchas dudas sobre el futuro próximo de la economía, y por eso los que prestan dinero exigen más intereses. Actualmente la curva de tipos en España está casi plana.
Ya digo, la economía está creciendo a buen ritmo. No hay evidencias de problemas, pero sí que hay síntomas de que puede haber futuras dificultades. Con el tiempo iremos confirmándolo o desmintiéndolo. Felices vacaciones
