Hace unos días, en una conversación con un grupo de jóvenes profesionales, surgió un tema de si hay verdades absolutas o si todo es relativo. Uno de ellos decía con convicción que todo es relativo. Que lo que para unos es bueno, para otros no, y que no se puede imponer una visión del mundo. Otro replicó con un ejemplo simple: ¿también es relativo robar? ¿y matar a un inocente?.
Hay muchas cosas discutibles en la vida: cómo educar a un hijo, cómo distribuir el poder en una empresa, o si tal equipo de futbol es mejor o peor que tal otro. Pero no todo es relativo. Hay verdades objetivas: la dignidad de cada persona, la justicia, el respeto a la vida. Son valores objetivos con independencia de lo que uno piense. Ya decía el poeta Machado “Tu verdad no, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. También decía el mismo poeta “Verdad es lo que es. Y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés”
Si todo fuera relativo, no se podría condenar a nadie por robar. Su verdad es que robar es bueno, y si la sociedad mete en la cárcel al que roba, no está respetando su verdad. Tampoco se podría decir de nadie que es un corrupto
Si no existieran verdades absolutas, ¿qué quedaría? La ley del más fuerte que impondría su verdad. Y ya sabemos lo que sucede cuando pasa esto. No, no todo es relativo. Más vale que descubramos las verdades absolutas, porque si no, los principios con los que actuemos serán principios equivocados.
De todo esto surge también la importancia en educar a los niños y adolescentes en valores, en que valoren lo que realmente vale. Tendrán sólidos principios para actuar en la vida. Hasta el jueves que viene.
