Un antiguo alumno, muy buen profesional, me comentaba desde hacía tiempo que notaba cierta frialdad de sus jefes hacia él, cosa que le tenía algo perplejo. Hace pocas semanas volví a encontrarmelo y me dijo que recientemente un colega suyo le había advertido: «tu problema es que dices lo que piensas». Y me decía, efectivamente, es posible que ahí esté la clave de mi relación con los jefes.
Pasa muchas veces a los directivos. En una afan de tener una imagen de cercanía con su gente y de demostrarse así mismos que tienen un estilo de dirigir participativo, animan a su gente a que den sus opiniones y digan todo lo que crean oportuno. Ahora bien… como a alguno se le ocurra decir algo que al jefe no le gusta oir … empiezan los problemas. Hablar sí, pero solo si se está alineado con lo que el jefe piensa. Todo compatible con las buenas formas y las sonrisas del jefe, pero este subordinado que inocentemente pensaba que se podían decir las cosas para mejorarlas, empieza a arrinconársele sutilmente (o se le aparca burdamente, que también pasa).
Jefe: o no pidas opiniones a tus subordinados, o si las pides atiende a lo que dicen tanto si es para aceptarlo como si es para desestimarlo (los subordinados no tienen porqué tener siempre razón). Pero atiende a lo que dicen que muchas veces es de un sentido común aplastante. Los de abajo suelen hablar con muy buenas intenciones agradeciendo que el jefe esté interesado por sus puntos de vista. Pero cuando se percatan que un jefe solo le gusta que se opine lo que él quiere que se opine, la perdida de confianza ante la burda manipulación que supone ese falso estilo participativo es destructivo para el ambiente de la empresa.
Gracias a todos los que difundiis el blog. Hasta el jueves que viene.
