En otras ocasiones ya he hablado de que una de las cualidades más importantes de un directivo es conocer bien la realidad. Es imprescindible para tomar buenas decisiones. Y una de las dificultades que con frecuencia nos impide conocer bien la realidad es que magnificamos los defectos ajenos y minimizamos los nuestros. Es la famosa cita del evangelio que dice que nos fijamos en la mota del ojo ajeno y no nos damos cuenta de la viga que tenemos en el nuestro.
Hemos de ser personas de mentalidad abierta. Ser críticos con nosotros mismos. Estar abiertos a la posibilidad de que estemos equivocados, y a la posibilidad de que los demás tengan razón. Si tenemos esa actitud nuestras decisiones serán mejores. Por un lado a veces adoptaremos propuestas de otros, que nunca contemplaríamos si pensáramos que nosotros siempre tenemos razón.
Por otro lado, las propuestas nuestras que mantengamos habrán sido comparadas con propuestas de otros y honradamente habremos visto que la nuestra es mejor, por lo que tendremos más confianza en que estamos actuando bien. Nuestras decisiones no serán fruto de un juicio personal sesgado, sino que estarán abiertas a posibilidades distintas de las que contemplamos.
Esta actitud que acabo de describir es la contraria que se observa en los políticos. Ellos siempre tienen razón. Basta con que el partido contrario diga una cosa para que yo mantenga la opuesta. Si surgiera un político que gobernara con mentalidad más abierta todos ganaríamos.
