En muchas empresas, sobre todo las pymes, sus propietarios son los mismos que los que las dirigen. Pero hay ocasiones en las que los dueños contratan a unos directivos para que las dirijan. En este caso propietarios y directivos son distintos. Esto suele suceder cuando la empresa se hace grande o cuando la propiedad ha pasado a una segunda o tercera generación, y son muchos los propietarios. Hay que poner orden y encargar la gestión y la dirección a terceros.
Y aquí surge un problema. Los directivos pueden tener unos objetivos distintos de los propietarios y, o los propietarios vigilan bien, o se les puede ir la empresa de las manos. Un modo de abordar este problema es constituyendo un consejo de administración que vele por los intereses de los propietarios y se asegure que los directivos actúan correctamente. Jugar con el dinero de otros es peligroso.
La finalidad de este consejo de administración es velar por la viabilidad económica a corto y largo plazo de la empresa y velar porque la empresa se dirige hacia el fin por el que fue constituida. Este consejo de administración está formado por propietarios de la empresa y otras personas ajenas pero que con su experiencia resultan ser muy útiles en el consejo de administración.
A veces los consejos de administración, si es que los hay, son puramente formales, porque sus miembros no entienden mucho del funcionamiento de la empresa. Se cercioran de que sus directivos no hacen barbaridades y todo el mundo contento. El problema en este caso es que llega un momento que la dirección de la empresa llega a hacer barbaridades, el destrozo se ha hecho y la empresa queda muy muy dañada. A esta situación se llega por una mala gestión de los directivos unido a un deficiente consejo de administración que no ha velado por lo que tenía que velar. Yo he visto alguna empresa destrozada por esta dejadez de sus propietarios y la osadía de sus directivos. Hasta el jueves que viene.
