La semana pasada hice unas reflexiones sobre “dirigir una organización”. Me propongo esta semana hacer otra reflexión. Ahora se habla mucho de propósito o misión de una organización. Es la razón de ser de una empresa. En concreto es la necesidad de los clientes que la empresa quiere satisfacer son el producto o servicio que ofrece. Y toda la estrategia de la empresa debe estar encaminada a avanzar en el cumplimiento de su propósito, a estar en mejores condiciones de satisfacer esa necesidad de sus clientes. Y las decisiones que se toman en el día a día deben estar encaminadas a llevar a cabo la estrategia con la que se avanza en la misión.
Hasta aquí parece todo claro, pero llega el día a día y aparecen asunto a resolver, cuestiones a solucionar, y el directivo se centra en atender esas cosas que se presentan cada día. Y muchas veces esas cosas no tienen nada que ver ni con la estrategia de la empresa ni con el cumplimiento de su misión. Y cuando el directivo emplea la mayor parte de su tiempo en atender esos asuntos, tanto la estrategia como la misión quedan difuminadas y la actividad de la empresa se convierte en ir solucionando cosas.
Pero es lo que Juan Antonio Pérez López llamaba estrategias de adaptación oportunista. Estas estrategias son actividades que aprovechan una oportunidad que se presenta, que generan un beneficio a corto plazo, y que apartan a la empresa del cumplimiento de su misión. Si situaciones de este tipo no son excepciones sino que se llevan a cabo de modo habitual, la gente de la organización empieza a frustrarse y a preguntarse qué es lo que se está haciendo allí. La empresa va deteriorándose poco a poco y al final solo le queda como objetivo resolver y resolver problemas que se presentan sin saber hacia dónde se va.
Directivo, reflexiona sobre la razón de ser de tu empresa, su misión. Piensa si la estrategia está alineada con la misión, y piensas si tu quehacer del día a día, está al servicio de esa misión. Si no es así puedes estar llevando a cabo una incansable actividad que no conduce a ninguna parte. Las buenas empresas lo tienen esto muy claro. Quizá por eso son buenas empresas y son muy eficaces a largo plazo. Hasta el jueves que viene.
Miguel Angel Ariño es Catedrático de IESE Business School y conferenciante, experto internacional en toma de decisiones, estrategia y liderazgo. Con más de 35 años de experiencia global, ayuda a Consejos de Administración y a la alta dirección a transformar la complejidad en claridad estratégica, impulsando un crecimiento sostenible y ético.
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El proposito o mision de la mayoria de las empresas no es ofrecer un producto o servicio. Es, simplemente, ganar dinero. A menudo incluso olvidando el ofrecer el producto o servicio!
Gracias Anónimo por tu contribución. Hay diferentes opiniones al respecto, pero las consecuencias de pensar que el propósito es uno u otro son muy distintas.
Gracias por tu participación,
Saludos,
Miguel Angel
El equilibrio, una vez más, entre el corto y el medio/largo plazo, entre el resultado y el hacer diario.
Al final, un objeto y un propósito claros que aporte criterio a la toma de decisiones es la forma de que ese incesante hacer diario esté alineado con lo que como empresa se quiere hacer. Criterio alineado, no hacer por resolver sin tener presente ese norte.
Totalmente de acuerdo con nuestro maestro Ariño, el problema está cuando somos huérfanos de claridad, de objeto, de propósito, o, no siéndolos, ese objeto y propósito cambia todos los lunes a las ocho…
Muchas gracias Miguel Angel, por tu comentario. Pero no es fácil alinear lo que surge en el día a día con los objetivos a largo plazo de la empresa.
Saludos,
Miguel Angel
Os adjunto una reflexión de Ken Blanchard sobre este tema: “Dirigir una empresa fijándose sólo en los beneficios, es como jugar al tenis con la mirada puesta en el marcador y no en la pelota”.
Así es Anónimo. Es una buena similitud. Muchas gracias por participar.
Saludos,
Miguel Angel