Dime de qué presumes y…

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Me sugiere el mensaje de esta semana un artículo leído en la prensa de una entrevista a una persona en la que el entrevistador le pregunta cómo ha conseguido tanto éxito en su carrera profesional. Resulta que hace años, antes de que se convirtiera en un personajillo más o menos conocido en algunos ámbitos, pude conocer brevemente, pero de modo intenso a esta persona.

Pude experimentar durante ese periodo lo arrogante que era y lo segura de sí misma que estaba. Estaba convencida de que todo lo que hacía lo hacía bien y sus opiniones no se podían cuestionar. Pues bien, en la entrevista que le hacían daba como razones de su éxito precisamente lo flexible y abierto que era. Pegué un respingo cuando leía la entrevista. Reflexioné un poco y llegué a la conclusión que la raíz de esa falta de autoconocimiento era precisamente su falta de humildad. Esta persona se creía perfecta.

Quizá el mensaje de esta semana debería llamarse “Elogio a la humildad”. Qué bien se está con las personas humildes. Qué realistas son. No necesitan publicitar sus cualidades. No les hace falta. Qué difícil resulta al que no es humilde reconocer que no lo es y qué difícil le resulta al humilde reconocerse como tal. El mundo al revés. Hasta el jueves que viene.

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Miguel Angel Ariño es Catedrático de IESE Business School y conferenciante, experto internacional en toma de decisiones, estrategia y liderazgo. Con más de 35 años de experiencia global, ayuda a Consejos de Administración y a la alta dirección a transformar la complejidad en claridad estratégica, impulsando un crecimiento sostenible y ético.

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8 COMENTARIOS

  1. Hola Miguel,

    Que cierto es que hay personas cuya mejor cualidad es la publicidad que ellos hacen de sí mismos, siendo además lo peor que, en muchas ocasiones, les funciona.

    Creo que en un mundo de prisas muchas personas no nos tomamos el tiempo necesario para conocer a los demás, por eso, muchas veces, el humilde pasa desapercibido y el presumido es valorado.

    Todo cambia cuando el tiempo pone a cada uno en su lugar, que lo hace, pero, a veces, por falta de tiempo, entonces ya es demasiado tarde.

    • Efectivamente José Manuel. El problema es que funciona. Pero también es cierto que funciona en el corto plazo, porque al final se acaba sabiendo como es esta persona. Pero para cosas esporádicas que no requieren continuidad funciona y muy bien.
      Gracias por tu aportación, y saludos
      Miguel Angel

  2. Saludos prof. Miguel-A y grupo. Esta semana el tema de la soberbia y el Sr. Enric que cita a San Ignacio los encuentro muy interesantes. Yo lo vería desde tres secuencias. 1) El origen = Si estudiamos la Biblia vemos que con la desobediencia de Adán y Eva entró el pecado en el mundo, y que desde entonces todos estamos «rotos» con la maldad en nuestro interior: soberbia, envidia, ambición, venganza,… etc. En uno será una cosa y en otro otra, en un caso será en grado menor, en otro será mayúsculo,… etc. pero todos estamos manchados. Santo Tomás de Aquino dijo que de los siete pecados capitales, el más grave es la soberbia porque incita a cometer los otros. El refrán que menciona el profesor va en esta línea, y nos indica que hay personas que presumen de algún mérito que en realidad no tienen, y esto es la soberbia. Volviendo a Santo Tomás, decía que es un sentimiento de valoración de uno para pasar por encima de los demás, y la dividía en dos tipos: el que se gloría de sus virtudes y el que se atribuye cosas que no son verdad. 2) Cuando aparece = Hay una frase de Abraham Lincoln que lo resume: «Dadle poder a un hombre y le conoceréis». Cuando una persona obtiene autoridad, reconocimiento, dinero, poder,… muchas veces esto le transforma en soberbio. 3) Como soportarles = Como no podemos pedirle a Dios un rifle, lo más acertado puede ser recurrir a la Oración de la Serenidad de San Francisco de Asís: «Señor: Dadme valor para cambiar lo que puedo cambiar, Dadme paciencia para aceptar lo que no puedo cambiar y Dadme sabiduría para distinguir lo uno de lo otro». Un verdadero humilde saludo a todos, Xavier D.

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