Fe y razón

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Este verano he dedicado la primera semana de julio a hacer los últimos 114 kilómetros del Camino de Santiago. Todo el que lo haya hecho sabe que, al menos en los últimos años, es imposible perderse. Está perfectamente señalizada la dirección. Basta con seguir las abundantes flechas amarillas.

Todo esto me ha hecho reflexionar sobre la fe. Cada vez que seguía la dirección de la flecha hacía un acto de fe. No había manera de saber ni por evidencia ni por razonamiento, que esa era la dirección correcta. Puro acto de fe. Sin embargo, ese acto de fe no iba contra la razón. Era razonable hacer ese acto de fe. Lo irracional habría sido no seguir las flechas.

Digo todo esto porque oigo a veces decir que el progreso de la ciencia y de la técnica ha superado el tener que creer. El hombre es ya maduro y no necesita de creencias. La fe es algo de épocas pasadas y es algo que la ciencia ya ha superado. No puedo estar más en desacuerdo con esa tesis. La fe es un modo de conocer. Un modo distinto del conocimiento por razonamiento o por evidencia, pero un modo de conocer. Y, como muestro en el ejemplo del Camino de Santiago, no se contradice con la razón sino todo lo contrario. Es más, para no creer algo hay que tener fe en que ese algo no es cierto. No nos podemos librar de la fe como modo de conocer. Además, cualquier científico basa su ciencia en cosas aportadas por científicos en épocas pasadas, tiene por tanto fe.

¿Por qué esta desacreditación de la fe, cuando es lo más razonable y cualquier buen científico lo debería reconocer? Pues porque el hombre en su soberbia no quiere reconocer que hay cosas que no puede conocer por sus propios medios y reniega de la fe. También porque la fe nos compromete en un modo de vivir, una moralidad, que muchos no están dispuestos a aceptar. “Food for thought” como dice los anglosajones. Hasta el jueves que viene y feliz vuelta al trabajo.

6 COMENTARIOS

  1. Muchas gracias, aunque alguna persona diga que no tiene fe, sus hechos dicen lo contrario. Pues nadie con uso de razón se atreve a manifestar que lo sabe todo y por lo tanto debe “confiar “ fiarse de, tener fe en lo que otro u otros le dicen, proponen, diagnostican… y construyen, argumentan, actúan… a partir y en consecuencia de esa fe.

  2. Saludos prof. Miguel-A y grupo. Felicito al profesor por su ejemplo de actividad (la foto habla por si sola), pues vivo en zona de veraneo y muchas personas lo reducen a: dormir-comer-siesta y volver a empezar. Tengo un amigo que va cada año al Camino de Santigo y siempre me lo recomienda. Recuerdo que cuando de niños íbamos de acampada, él siempre caminaba más rápido y por delante del grupo. Con esfuerzo y tiempo ahora es un buen atleta. Otro del grupo, cuando íbamos a bañarnos al río siempre llevaba algún periódico que leía mientras los demás mirábamos las nubes. Con esfuerzo y tiempo ahora lleva escritos una docena de libros. Y también había otro que con gran inquietud por viajar se decidió a aprender idiomas. Con esfuerzo y tiempo ahora habla cuatro lenguas y ha recorrido medio mundo. En el tema de esta semana para muchos existe confrontación entre razón y fe. Personalmente siempre he preferido verlo como las dos caras de una misma moneda: inseparables y complementarias (y una sin la otra no sirve de nada). Nos dice San Pablo que la fe es un don de Dios. Un don es un regalo, una inclinación, una habilidad,… Pero para nada es un dedo apuntando hacia nuestra cabeza y que nos envía un rayo transformante de fe. También podemos pedir la fe con oración. Y ojo que cuando no la cuidamos se pierde. Volviendo a los amigos que mencioné al principio, todos ellos tuvieron que poner esfuerzo y tiempo para lograr su objetivo. Pienso que con la fe sucede exactamente lo mismo: con esfuerzo = razón-nando (deseo, voluntad, ganas…) y tiempo… cualquiera puede llegar a ella. Para los indecisos y dudosos esta frase llena de sentido: “Las mejores cosas de la vida no son cosas”. Buen regreso a todos, Xavier D.

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