La gente humilde pasa desapercibida. Se valora la humildad cuando uno se encuentra delante de una persona arrogante, soberbia, que se cree superior. El soberbio, el que no es humilde, siempre tiene la razón y si alguna vez se prueba que no la tiene siempre lo justifica por algo que ha pasado y que, si no hubiera pasado, habría tenido razón. Siempre tienen motivos parea salirse con la suya.
El humilde concibe su vida como un servicio a los demás. El soberbio solo tiene derechos. Su superioridad los merece por razón de justicia. No ayuda a los demás. Que cada uno se saque las castañas del fuego, es su razonamiento. No se puede contar con ellos.
Ante un soberbio no se puede opinar de modo distinto a él. Es perfecto. Posee la verdad. Su opinión es la única válida. El humilde, aunque esté seguro de alguna cosa, contempla la posibilidad de estar equivocado o de que otros piensen de modo distinto. El soberbio es hostil ante los errores de los demás. Como el nunca se equivoca no concibe que los demás puedan hacerlo. El humilde es comprensivo y disculpa los errores de los demás.
En definitiva, con la gente humilde se está muy a gusto. Uno puede mostrarse como es. Los soberbios además de producir rechazo, estando con ellos uno no se siente relajado. Son perfectos. Pregúntate ¿la gente está a gusto conmigo? El soberbio necesariamente se contestará que sí. Como no se va a estar a gusto y deslumbrado ante tamaña perfección. Ante esta pregunta el humilde constata que tiene buenos amigos. Eso es suficiente. Hasta el jueves que viene.
Miguel Angel Ariño es Catedrático de IESE Business School y conferenciante, experto internacional en toma de decisiones, estrategia y liderazgo. Con más de 35 años de experiencia global, ayuda a Consejos de Administración y a la alta dirección a transformar la complejidad en claridad estratégica, impulsando un crecimiento sostenible y ético.
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Es complicado trabajar o relacionarse con la gente que es arrogante todo el tiempo. Con los que lo son de vez en cuando sí se puede trabajar.
Sin embargo tengo mayores problemas a la hora de trabajar con personas muy humildes. Me considero una persona muy directa y Mi problema es que a veces es complicado detectar a las personas humildes. Es MI problema, no el de ellas.
Las personas humildes tienden a expresar su opinión con tanta diplomacia o inseguridad, por respeto a los demás, que dan la impresión que no están seguros del todo de lo que dicen. Son tan diplomáticas que al final todos perdemos el tiempo cuando ellas tenían la solución desde el principio y solo porque instintivamente tendemos a hacer mayor caso a los que se expresan con mayor seguridad (sean arrogantes o no).
Muy interesante el asunto que planteas.
He estado reflexionando un poco sobre lo que dices y me pregunto si estás correlacionando humildad con timidez y quizá con inseguridad, ¿…?.
Creo que es una gran cualidad encontrar a alguien que es, al mismo tiempo, humilde y asertivo. Se podría decir que se conoce bien a si mismo, también sus limitaciones, pero expresa con firmeza y respeto aquello en lo que cree o de lo que está convencido.
Desde luego esto puede ser menos directo y más lento, pero probablemente más sólido y eficaz, sobre todo para cuestiones de cierta relevancia.
Gracias Anónimo y Fernando por vuestras consideraciones. Mi reflexión es que a esas personas tan humildes que les cuesta manifestar sus opiniones, y para no herir lo hacen con mucha delicadeza, hay que corregirlas. Una cosa es delicadeza y otra cosa es no decir las cosas claras. La humildad no está reñida con la personalidad.
De lo que dice Fernando, coincido con él en que una cosa es la humildad y otra distinta es la timidez. La humildad es una virtud a fomentar, la timidez es un modo de ser que en algunas circunstancias es la actitud adecuada y en otras no lo es.
Gracias por participar a los dos Fernando y Anónimo
Gracias a vosotros. No sé por qué no me ha cogido el nombre cuando he hecho el comentario. Soy Lucía Fdez de Castillejo.
Lucía, MBA’99 gran alegría ver que lees y escribes en mi blog.
Saludos,
Miguel Angel