Hace años ya hablé sobre la gestión de riesgos, pero esta semana quiero retomar el tema con algunas reflexiones. Las empresas, con razón, se centran en desplegar sus estrategias y alcanzar sus objetivos. Sin embargo, no pueden descuidar la otra cara de la moneda: evitar que ocurran cosas negativas. Es como un equipo de fútbol que solo se preocupa por meter goles. ¿De qué le sirve marcar diez si le encajan once? Ha perdido el partido. Un buen equipo necesita una buena defensa. Del mismo modo, una empresa debe contar con una buena estrategia de gestión de riesgos.
Tener una estrategia de riesgos no es ser conservador, sino todo lo contrario: permite asumir riesgos con mayor seguridad. Es como los frenos en un coche: no están ahí para ir más despacio, sino para permitir que el coche pueda ir más rápido con control. O como los arneses de un escalador: gracias a ellos, puede subir paredes que nunca intentaría en escalada libre.
Las empresas pueden funcionar muy bien durante años, pero basta un error importante o un suceso inesperado para que todo se tambalee. Porque las empresas quiebran. La probabilidad de que algo grave ocurra en los próximos seis meses es pequeña, pero si miramos a diez años vista, esa probabilidad se dispara. Es cuestión de tiempo. Y, por tanto, hay que estar preparados. El problema es que protegerse contra los riesgos tiene un coste inmediato y cierto, mientras que el beneficio es futuro e incierto. No sabemos si el riesgo se materializará o no. Esto lleva a muchas empresas a no tomarse los riesgos con la seriedad que deberían.
Lo mismo ocurre en la vida personal. También nosotros enfrentamos adversidades y debemos estar preparados. Hasta el jueves que viene.
Miguel Angel Ariño es Catedrático de IESE Business School y conferenciante, experto internacional en toma de decisiones, estrategia y liderazgo. Con más de 35 años de experiencia global, ayuda a Consejos de Administración y a la alta dirección a transformar la complejidad en claridad estratégica, impulsando un crecimiento sostenible y ético.
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Hola buenas tarrdes!
Gracias por el post.
Personalmente creo que es interesante traducir «riesgo» a «probabilidad de ocurrencia» de lo que sea. Por eso siempre vamos a correr riesgos, unos serán más probables que otros de que se materialicen, y las consecuencias de unos serán más severas que las de otros.
Por eso creo que a la hora de decidir hacer algo, es bueno poner en un lado de la balanza, no sólo las implicaciones que tenga el resultado de llevarlo a cabo, sino fundamentalmente la probabilidad de que ocurra (el «riesgo») , y en el otro, lo que ocurriría si no lo hacemos.
Nos llevaremos sorpresas?
Saludos!
Gracias anónimo por tu apreciación. Sin embargo me parece que el riesgo hace referencia a cosas negativas. Hay incertidumbre de que me toque la lotería, pero yo nunca diría que tengo el riesgo de que me toque la lotería. Quizá lo mejor sea decir «Probabilidad de ocurrencia de algo negativo». Bueno, es mi opinión., y gracias por participar.
Saludos,
Miguel Angel
En plan broma, quizás a muchos de los que les ha tocado la lotería, a juzgar por cómo han terminado unos años más tarde, sí que les parecería bien hablar del riesgo de que te toque 🙂
Saludos y gracias por tus ideas
Efectivamente anónimo. Desgraciadamente tienes toda la razón
Cheers,
Miguel Angel