Las personas tomamos decisiones porque queremos conseguir objetivos. Para esto ya es necesario razonar, utilizar la razón. Para saber evaluar si el objetivo es el adecuado y para encontrar alternativas para alcanzarlo. ¿Es mejor que nuestra empresa se expanda a Francia o a Italia? ¿Cómo es mejor expandirse solos o con un socio local? Hay que razonar y encontrar una adecuada alternativa y un adecuado modo de conseguir lo que pretendo. ¿Es mejor estudiar Ingeniería o Físicas? ¿Mejor es hacerlo de modo exclusivo o compaginarlo con un trabajo a tiempo parcial? Hay que pensar.
Pero la racionalidad no es suficiente. Hace falta tener fuerza de voluntad para llevar a cabo eso que se quiere hacer. Entender que lo más razonable es estudiar Ingeniería no me hace ingeniero automáticamente. Tengo que poner empeño. Y para eso hace falta esfuerzo. Lo que en el lenguaje clásico se llama virtud. Sin esfuerzo no se consigue nada que merezca la pena. Todo lo que vale cuesta.
De ahí la importancia de la educación formar a los jóvenes y formarnos todos, tanto para saber si lo que pretendemos está bien o está mal como para mostrar el valor del esfuerzo y el valor de las virtudes para conseguir eso que ya hemos evaluado como conveniente. Si a nuestros jóvenes los llevamos entre algodones para no contrariarles y para que no sufran, estaremos formando generaciones blanditas sin capacidad de esforzarse por algo que valga la pena.
Si además les decimos que todo vale, que el criterio de si una cosa es buena o no, es si te gusta o no, estaremos educando para que en cada momento hagan lo que más les apetece con independencia de si esto les hace delincuentes, maltratadores o responsables padres y madres de familia. Barbaridad.
Y dejo para otro mensaje la otra dimensión que diferencia a la persona de los que no son personas: la dimensión afectiva. Ya hablaré de esto en otro momento, pero avanzo las grandes insatisfacciones afectivas que esperan a aquella persona que no evalúa bien las consecuencias de sus decisiones o no tiene fuerza de voluntad para llevar a cabo lo que vale la pena. De momento hasta el jueves que viene.
Gracias Miguel Ángel. Parcialmente de acuerdo.
Sí, hemos de educar en valores para que el discernimiento nos permita (y permita a las generaciones futuras) actuar enfocados en aportar valor a la sociedad a la vez que fluyen.
El esfuerzo es gran punto, la persistencia en avanzar hacía lo que está alineado con quien eres y cómo aportas al mundo. Y a la vez, no creo que “todo lo que vale cuesta”. Creo que eso es una creencia limitante muy inculcada, que ha hecho que muchas personas, durante demasiado tiempo, se hayan “perdido” disfrutar de un abrazo, de una buena conversación, de leer plácidamente en la calma, de pintar por que les surgía de dentro de manera fácil, ….. y se hayan focalizado SOLO en lo que “cuesta” , en lo difícil para ellas, en lo que la sociedad les decía que “tienes que hacer cueste lo que cueste”. Y también hayan dejado de valorar las aportaciones de otras personas por que veían que lo hacían “sin esfuerzo”.
Como casi siempre, un equilibrio entre el fluir hacia donde tu potencialidad es mayor, con un esfuerzo para avanzar aunque no siempre sea fácil, es la mejor opción según mi punto de vista.
Que no nos perdamos en hacer solo lo muy fácil y abandonemos a la mínima que surge una curva. Que no son perdamos disfrutar de lo fácil de vivir y de conducir en una recta con ligera bajada.
Dejo un link a algo que justo publicamos esta semana que creo tiene relación, enfocado a equipos de trabajo, pero no solo 😉
https://teameq.net/blog/team-intelligence-2/what-if-we-merge-multiple-intelligences-mi-and-emotional-intelligence-eq/
Muchas gracias Oscar por tu comentario. Coincido contigo en que hay muchas cosas que valen y que no cuestan, como las que describes en tu texto.
Leeré con calma el enlace que nos mandas.
Gracias y saludos,
Miguel Angel