Cuando uno comete un error caben dos posibilidades. La primera es reconocerlo y corregir el error y la segunda es no reconocerlo y seguir manteniendo que la cosa se ha hecho bien.
El primer caso requiere humildad, virtud tan importante como poco frecuente. Lleva consigo el reconocimiento de la gente a las que les ha afectado el error. Se gana en prestigio y en autoridad y se genera confianza en la organización. Se transmite el mensaje de que cuando uno se equivoca la cosa tiene solución.
El segundo caso, mantener la actitud inicial, suele ser consecuencia de la impresión que uno tiene de que nunca se equivoca. Se buscan razones por las que lo que se hizo era lo que se tenía que haber hecho y no se presta atención a las razones por las que se puede pensar que lo que se hizo fue un error. La gente del equipo queda frustrada, se pierde autoridad y se deteriora la confianza.
Siempre me viene a la cabeza una frase de Warren Buffet: “Lo primero que hay que hacer si uno quiere salir de un agujero es dejar de cavar”. Jefe, cuando cometas un error no te importe reconocerlo. Saldrás fortalecido.
No me resisto a citar un texto sobre la humildad que Cervantes pone en una de sus novelas ejemplares, “El coloquio de los perros”. Dice así: “la humildad es la base y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea. Ella allana inconvenientes, vence dificultades, y es un medio que siempre a gloriosos fines nos conduce; de los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios”. Hasta el jueves que viene.
Con este comentario, Miguel Angel, “te has salido”, como dicen “los jóvenes”!!! Creo que es el mejor, en mi opinión, que has escrito nunca.
Un abrazo!
Muchas gracias Carlos. Me acuerdo de tus interesantes intervenciones en clase.
Un abrazo,
Miguel Angel